sábado, 15 de octubre de 2011

EL MANDATO

Aquí estamos, esperando Tiempo hace ya que nos hemos detenido sin hacer otra cosa que esperar. Nosotros sabemos que la espera nos conducirá al saber, e­se supremo el que nos convertirá en otra cosa, mas allá de cualquier ser humano, mas allá del bien y del mal.

No sabemos qué esperamos, pero esperamos; esperamos sin saber dándole otro dramatismo a la espera y un cariz distinto a la ignorancia esperamos, al Maestro, desde su escritura inconfundible ha ordenado que esperemos, y el Maestro es Maestro por algo, nosotros obe­decemos.

Nosotros hemos aprendido a hacer todo en plural, por eso esperamos todos como uno, sino no ha de esperar ninguno, así lo indica el Maestro, y si el Maestro lo dice, quienes somos nosotros para contradecirlo. Nosotros esperamos, hace unos momentos nomás un señor acaba de caer muerto de un síncope a pocos metros de no­sotros, pero nosotros estamos esperando, no podemos alterar el rumbo de la espera, ni aun por la muerte de un semejante. Rato después un chiquilín casi raquítico, con gran olor a suciedad y mugre apreciable a simple vista, vino a pedirnos unas monedas... parece que a los demás les molesta nuestra espera y quieren interrumpirla.

Impasibles, cuasi inmóviles esperamos. Alguien ha puesto una radio a demasiado volumen, todo para escuchar esa porquería de fútbol e interrumpir nuestra espera. Lo hemos mirado con la suficiente fuerza como para que apague la radio, lo ha hecho, insultándonos, pero permitiéndonos seguir con la espera.

Nadie es mas que nosotros en esto de esperar, abajo quedan las religiones, las sectas y sus destinos, nosotros hemos interpretado al Maestro.

¿Cuanto tiempo llevamos esperando? Miramos el reloj, bajamos el brazo y luego nos miramos entre nosotros... Treinta minutos. Nos relajamos y distendemos, pedimos un café y sacamos de bajo el brazo el libro del Maes­tro, nos viene una pequeña náusea debe ser por la espera, pero por hoy hemos esperado suficiente Hemos comprendido que el objetivo de esperar no esta en la llegada de algo, sino en la espera misma, no todos nos ponemos de acuerdo en una de las palabras de la definición Algunos de nosotros decimos que es en la propia espera, otros sostenemos que es en la espera misma. Con esto tenemos para una hora de preclara discusión. Luego nos mezamos el pelo, exhalamos una lenta bocanada de humo del cigarrillo recién prendido, nos queda­mos con la mirada perdida, adoptamos nuestra mas cla­ra representación de Elegidos y nos vamos a nuestras casas.

Mañana seguiremos esperando, somos constantes, y si hay que esperar, se espera, porque así lo ha indicado el Maestro y, por el momento, no vamos a andar poniendo en duda al Maestro.

1990

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